domingo, 25 de agosto de 2013

Que algo pase.


El grito se apaga
a la hora del silencio.
Mis dientes destrozan el ruido,
saborean el mutismo.
Cuando no hay espera,
ni certeza.
Porque la guata se aprieta
la boca se los traga.
El cigarro me salva,
con un vaso de vino
y más vasos de vino
y la botella de vino.

Al otro día la culpa
llega con ese viejo,
arrugado y espeso
sermón de todo .
De lo que no debí haber hecho,
menos una dama,
una que tiene las cosas claras.
La que memorizó
la vida como una cátedra,
como una biblia,
un libro.
Todo escrito a puño y letra
del hombre, del dios,
de  las mujeres que lo aguantan.

No hay ilusión mañana
de decir lo que pienso,
aunque no valga la pena.
No hay ilusión pasado mañana
de que todo se acabe,
o empiece,
o pase algo.
Me meto en tragos la vida,
como un grifo que se rompe.
¿Han visto pasar el sofoco
con el agua de un grifo que se rompe?
Disfrutar, salpicar, mojarse, chorrearse.

Que metan un gol,
con un solo de guitarra,
que canten las negras,
que bailen,
que salgan las balas,
que explote una bomba,
que maten a todos, los de terno y corbata
que nazca una niña,
que se paren las fábricas,
que no se vote por nadie,
que la gente despierte,
que les crezca la rabia,
que se aburran los pobres.

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