Es la tierra cadavérica,
la que muerde mis pies con los que arranco.
Pidiendo por sus flores desnutridas,
viudas de color y bálsamo.
Rogándome que vuelva,
al fondo que me traga,
a la memoria melancólica,
al barranco de nostalgia.
Se me despiden tus besos,
se me extravían tus ojos.
Prefiero el descuido de olvidarlo todo.
En ese todo, cabes tú solito.
En el nudo en la garganta,
en la lengua agria,
en el mal rato ,
en el mal trato,
en el ahogo contenido.
Es el miedo que aparece,
dejándome vulnerable.
Chiquitita en una pieza oscura,
con hedor fúnebre de pasado.
Es la desesperanza,
mi bronca con lo
cotidiano.
El mundo de rosas que se perdió ahí,
ahí donde el diablo perdió el poncho,
ahí en la quebrá del ají.
Cuando la risa es poca cosa,
el amor desaparece por desuso ,
la inocencia por abuso,
y me voy poniendo dura.
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